Dave Mustaine en su autobiografía los últimos días que vivió como integrante de Metallica en abril de 1983, cuando la banda se encontraba en Nueva York a propósito de dos conciertos en el Paramount Theater de Staten Island y el L’Amour de Brooklyn. Si bien el pelirrojo percibía actitudes raras especialmente de Lars Ulrich, no contemplaba un escenario extremo en el cual se pudiera pensar en su salida del cuarteto. Y de hecho, ambos recitales (con el flamante Steve Harris en la audiencia) fueron un éxito, por lo que hubo motivos de sobra para celebrar como solían hacerlo en aquellos tiempos: bebiendo cantidades abundantes de alcohol y teniendo sexo con las golfas de la ocasión.
El domingo inmediato a dichos conciertos (10 de abril) pasó sin novedad, con Mustaine y los demás recuperándose de los ratos de exceso,Dave abrió el ojo en algún momento de la mañana y se encontró con la cuadrilla de Metallica frente a él, además de sus cosas empacadas a un costado. Al preguntar qué sucedía, Lars le respondió sin titubeo: “Estás fuera del grupo, toma tus cosas, te vas ahora mismo”,A Lo que Dave Respondió “¿Así?, ¿sin advertencia?, ¿sin una segunda oportundidad?”. Y Ulrich de nueva cuenta soltó la guillotina por si quedaba vena viva. “Aquí está tu pasaje de autobús, te marchas en una hora”.
Mustaine recuerda que los más contrariados eran James Hetfield y Cliff Burton, mas ello poco ayudaba. La determinación del mandón baterista, en combinación con la tibieza de los primeros, apuntalaban la sentencia. Así que el recién despedido solamente les pidió que por favor no usaran nada suyo, refiriéndose no únicamente a su equipo físico, sino a algo más personal: sus composiciones.
James fue el conductor designado para la embarazosa misión de llevar a Mustaine a la estación de autobuses Port Authority. No hubo palabras en el camino, pero sí lágrimas de Hetfield al llegar y despedirse de su amigo con un abrazo, tras el cual todo terminó. Quebrado en todo sentido, el pelirrojo tomó asiento en el vehículo que lo trasladaría de Nueva York a California.
Sí, ese famoso calvario de cuatro días, ese largo viaje en el cual el furioso y descorazonado guitarrista se toparía con un pequeño panfleto tirado en el suelo del autobús, mismo que incluía una discusión política acerca de la proliferación de armas nucleares. Una línea en particular capturaría su atención: “The arsenal of megadeath can’t be rid no matter what the peace treaties come to”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario